Regreso a la Isla. Zona de Vik
Como os comentaba en la entrada anterior, nuestra siguiente zona era el sur de la isla, concretamente la zona de Vik. Nuestra intención, en un principio, era la de dividir en dos nuestra estancia aquí, y hacer una noche en Skogar y otra en Vik. Pero la casa donde solemos hospedarnos en Skogar estaba completa en esas fechas y decidimos pasar las dos noches en Vik. Concretamente en el Hotel The Barn, un moderno hotel (quizá demasiado moderno) en el camino que va desde la Ring Road hasta la playa de Reynisfjara. Lo mejor de todo, la ubicación.
El camino desde Grundfjodur hasta Vik es largo (teniendo en cuenta las distancias de Islandia, claro). Unas cuatro horas y media solo de conducción, sin contar paradas. Como es habitual en Islandia, el clima nos fue regalando de todo: viento, lluvia, nieve, sol... En la península de Snaefellsnes, fuertes vientos e intensas nevadas nos acompañaron hasta que la abandonamos. Luego el viaje se volvió más cómodo al cesar el viento en cuanto llegamos a Borgarnes. Decidimos no parar hasta llegar a la ciudad de Selfoss. Concretamente en un Kronan (cadena de supermercados) para reponer fuerzas y aprovisionarnos.
La idea de nuestros dos próximos días era lo típico de la zona: Skogafoss (esta vez no fuimos a Seljalandsfoss), Dyrholaey, Reynisfjara, conocer la cueva de Yoda, e visitar algún punto que queríamos investigar. La primera sesión la teníamos clara y más al ver como iba evolucionando la climatología: atardecer en Dyrholey y cruzar los dedos para que por la noche la Dama Verde tuviera ganas de darse un bailecito. Dicho y hecho: cielo espectacular al atardecer, con nubes altas que se fueron tiñendo de colores cálidos. Al caer la noche, aunque había alguna nube media aislada, se fue despejando. Momento en el que tras un par de horas esperando, se fue tiñendo todo de verde. Fue una noche espectacular, de esas que se recuerdan. También hoy daban kp 2 con picos de intensidad 3. Como se suele decir, fue una "triunfada". La verdad que no duró mucho, no más de una hora u hora y media. Así que, tras una buena espera y al ver que Miss Green no quería volver a bailar, nos fuimos a descansar con una sonrisa de oreja a oreja.
La siguiente sesión, estaba clara. La playa de Reynisfjara, a apenas 500 metros del hotel. Cuando nos levantamos, lógicamente todavía de noche, estaba bastante cubierto y, por lo visto, llevaba un par de horas nevando. Sin embargo las previsiones meteorológicas anunciaban un giro de 180º. Que fue lo que sucedió. Mientras desayunábamos algo, dejó de nevar, se empezó a levantar viento y se fue despejando. Todo perfecto a excepción del viento, que iba en aumento. Cuando llegamos a la playa casi no podíamos mantenernos erguidos. Soplaba con muchísima intensidad (calculamos que por encima de los 80-90 km/h). Teníamos que sujetar con fuerza los trípodes e incluso alguna mochila salió rodando. Afortunadamente soplaba a nuestra espalda, dirección N-S. Como no amainaba, en cuanto el sol hubo subido un poco, dimos por finalizada esta sesión.
Después de estar un rato por la ciudad (pueblecito más bien) de Vik, fuimos a conocer la cueva de Yoda, que en realidad se llama Hjorleifshofdi. Llegar, en principio, es muy sencillo. En la Ring Road, dirección Este, os desviáis en este punto: 63.43931033095721, -18.77058887209561. Ahí sale un camino que, en condiciones normales, puede pasar sin problema cualquier vehículo. Otra cosa es si está cuando fuimos nosotros. Muchísima nieve y hielo que hacía que, si no ibas con un buen todo terreno, era imposible pasar. Si vas andando son unos 2.5 kilómetros de ida y, lógicamente, de vuelta. ¿Merece la pena? Bueno, pues no está mal. Como localización para conocer pues me vale. Quizá no me convenció mucho pero también es que fuimos a una hora malísima, con el sol muy alto. Hay también unas grandes rocas aisladas en los alrededores. Al final no lo hicimos, pero nos planteamos hacer una sesión nocturna allí con las rocas. No hubiera sido una mala opción.
Decidimos hacer la sesión de atardecer y de noche en Skogafoss. Después de una suculenta comida, con sopa de volcán incluida, en Vik y de descansar un poco, nos fuimos hasta la famosa cascada. Estaba completamente helada y llena de nieve en los alrededores. Nunca la había visto así. Y, lo mejor, poca gente. Cielo despejado completamente, con lo que intuíamos que, si no cambiaba, íbamos a tener un atardecer soso y, con suerte, una buena noche. La suerte seguía de nuestro lado y fue así como sucedió. Incluso en el atardecer aparecieron unas suaves nuvecillas que nos tiñeron un poco el cielo. Solo un poco. Lo mejor estaba por venir, que fue volver a ver, por tercer día consecutivo, las auroras boreales.
Nada hacía presagiar el giro meteorológico que nos esperaba. Bueno, estamos hablando de Islandia, así que todo es posible. Al día siguiente nos sorprendió una gran nevada que duró todo el día así que no hicimos prácticamente nada, con lo que decidimos salir ya hacia nuestro próximo destino. Lo lógico es que fuera la zona de Jokulsarlon pero las mareas no nos cuadraban para hacer la playa, así que íbamos del tirón a Hofn. Stokksnes, por fin. El lugar al que más ganas teníamos de regresar.
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